martes, 6 de octubre de 2009

Chandelier



Millones de gotas de ámbar con forma hexagonal unidas por cuentas de vidrio transparente y alambre cubren varios metros cúbicos en el espacio. Como los collares de cuentas que hacías cuando eras niña, una a una, unirlas todas, que la cadena llegue al infinito. La pared se cubre de oro y sobrecoge la belleza de algo tan simple como la luz al caer reflejada en esas diminutas gotas de ambar que se mueven solas. Es mi obra favorita de la exposición, “Chandelier”.
Lo que más me ha gustado de trabajar con los ayudantes chinos es su silencio. Y el diferente mindset que tienen con respecto a nosotros, los occidentales. No miran el trabajo y se lamentan, por difícil que resulte la tarea, sino que pueden mantener la concentración durante horas realizando el mismo movimiento: hilar cuentas, ajustarlas a la superficie metalizada hasta que el tapiz de oro comienza a tomar forma. Sin pausa, sin prisa, en silencio. Tal vez, de cuando en cuando una sonrisa cómplice o una palabra de empatía en inglés mezclado con mandarín, pura fonética y significados diversos según la forma de pronunciarse cada sílaba. Palabras y significados radicalmente opuestos dependiendo de una entonación sobre una ínfima sílaba.

Otro mindset. Quizás más paciente, quizás más sabio, quizás más humilde. Quizás menos contaminado del peso de occidente, probablemente por ese difícil idioma, que ahora cada vez es menos lejano puesto que aprenden inglés en el colegio, en el que todavía se les enseña la forma adecuada de dirigirse a los jefes.
“Maestro”, así es como llaman a Weiwei. Es extraño que alguien de apenas llega a los treinta años te pregunte por el pasillo si por casualidad ,“have you seen the master?” Hermoso. Somehow. “Yes, he is in the exhibition, by the Chandelier”

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