martes, 4 de noviembre de 2008

menos es más


La mayoría de reuniones con mis amigos son como las de mucha gente que conozco: quedar en una casa, tomar algo, escuchar música y charleta. Cuando vivía en Alemania , por el frío y la falta de dinero, traíamos tesoros de vinilos con los que flipábamos mientras afuera nevaba. En U.S. mis ciudades eran siempre tan pequeñas que los únicos conciertos que había eran los que daban mis colegas en sus casas y salones. Creo que por eso se me hace muy raro el rollo actual de estar todos los días viendo a grupos en garitos, -muchos de ellos malísimos en directo- pero en los que noto que se genera una sensación de que si no vas, no perteneces a "la comunidad". Y es una lástima porque es realmente triste perderle el respeto a un artista con el que has vivido mogollón de cosas con sus discos pero que lamentablemente, pues chico qué le vamos a hacer, no tiene un buen espectáculo (puede ser tímido, mal músico, alcohólico, estar con faringitis, tener un mal día, que todo suene mal y esté cabreado porque el garito es una mierda, que esté cansado de las horas de furgoneta y tenga hambre porque no haya podido cenar, que eche de menos a su pareja, anything). Por tanto, lo máximo que a día de hoy me puede dar un artista es ir por la calle con cascos y que su talento consiga crear esa burbuja aislante y maravillosa, casi invisible, tan sólo éso. Y como últimamente ver un buen concierto me está resultando complicadísimo vuelvo al menos es más. Pero, ojo, todo mi amor y respeto a los artistas y promotores que se lo luchan y a su esfuezo constante, porque gracias a ellos, a veces, y sólo a veces, aparece ese brillo de verdad en el escenario. Tan necesario.

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