jueves, 17 de septiembre de 2009

ai weiwei está en el hospital


A Weiwei le duele la cabeza. Estamos cenando y el ojo izquierdo le llora constantemente. “Me duele la cabeza. Me he tomado una pastilla, pero no se me pasa. Llevo unos cuantos días así”. Es domingo y pese al cansancio y el dolor de cabeza imposible se mantiene educado hasta la saciedad. Respondiendo con admiración a todos aquellos que quieren compartir una palabra con él. “Porque yo he sido durante muchos años el restaurador jefe de la Documenta”...“Ohhh, good times in Documenta, is always fun”. Pero lo noto cansado y lo cuido, Weiwei, prueba esta mostaza, es la dulce, es exquisita, los platos de comida, la conversación calmada cuando veo que tengo a una persona a mi lado que no se encuentra bien del todo. Siento que agradece mi silencio y nula necesidad de impresionarlo. Sentí una cercana empatía nada más verlo, cuando llegó y saludó al equipo con una pequeña reverencia de cabeza. Siempre me ha encantado la humildad asiática. Nada que ver con el histrionismo occidental que rodea al mundo del arte contemporáneo. Weiwei tiene una “familia” de la que cuida, asistentes que como él dice, “van apareciendo. No sé realmente como llegan, a algunos los conozco desde hace años, otros, simplemente aparecen en el estudio y quieren trabajar. Y normalmente se quedan”. Son más de 100, entre el estudio de fake design que tiene en Beijing además de todas las personas que se encargan de realizar piezas de producción con métodos artesanales en las zonas más rurales de China. Como me cuenta “a algunos de ellos apenas los entiendo cuando hablan por sus distintos acentos. Hablan dialecto, y yo hablo mandarín, pero al final, nos entendemos". Y sin embargo esa forma de trabajar se vería totalmente disparatada en Occidente, “ya lo sé, pero es que a mí me gusta la gente. Vengo de criarme bajo el sistema comunal y así es como estoy acostumbrado a vivir y trabajar. Con algunos de mis asistentes es perfecto, sé quienes son y todo sobre ellos, pero hay otros que de repente, sin conocerlos, aparecen en mi estudio y les preguntas, y tú.. ¿tú quien eres y que haces aquí?, y cuando la respuesta me gusta pues se quedan. El ojo izquierdo le sigue llorando, Weiwei, ya viene la comida, yo estoy fucked por ser vegetariana en un restaurante baviero en el que la especialidad son las salchichas pero la ensalada de col y el kartoffeln puffer están deliciosos, y el knodel. A Weiwei le ha gustado mi mezcla de pretzel y sweet mustard, “no le enseñes esas guarradas” me dice el restaurador a lo que Weiwei contesta, “adoro los pretzels, me he cansado de comerlos tras vivir tantos años en NY. Me encantan”. Sigue cansado mientras le paso las mustards, sustituye la cerveza por agua y procuro que se sienta cómodo y relajado a pesar de su dolor de cabeza martilleante; a todo sin embargo, sigue respondiendo con esa mezcla de educación y prudencia.

¿De dónde has sacado ésas sillas para tus obras Weiwei?, son verdaderos tesoros. A mi me fascinan antigüedades como ésas. Y no es una o dos, son casi cien. No lo podía creer cuando empezaron a descargar los containers. Son verdaderas joyas, ¿cómo las has conseguido? Silenciosamente me mira tras esos ojos que parecen dos líneas casi rectas, calmadamente, como si sintiera que hubiera encontrado a un igual.
-He sido coleccionista de antigüedades durante años. ¿En serio? Qué suerte…..Sí durante años me dediqué a eso, a coleccionar piezas chinas. Antes mi país era una maravilla, encontrabas cosas increíbles. Sin embargo ahora se lo están cargando. Nadie sabe qué va a suceder, hacia donde vamos.

También me sorprende muchisímo que tras pasar tantos años en Occidente volvieras a Shangai. Y te quedaras. Además de que me resulta una valentía por tu parte como trabajas en tus obras la resistencia y crítica al régimen político. ¿Por qué sigues ahí?
-Yo también es algo que me pregunto constantemente. Es una sensación de angustia el vivir cada día, y se pone peor con los días, pero sin embargo hay algo que me hace no irme, no tirar la toalla. últimamente se está poniendo demasiado violento. Pero sí, yo también me pregunto si tiene sentido seguir ahí.

Quizás tenga que ver con la sensación de que quizás todo tenga un punto de trascendencia que va más allá de todo este entramado político. ¿No? Me sigue mirando fijamente, complice desde los ojos que apenas son dos líneas profundamente expresivas, en las que se ve que es alguien valiente, pero que a la vez sufre en silencio. A mí me gusta que tengas la doble experiencia, la de occidente y oriente, que sepas como funcionan los dos sistemas y los estés compaginando. Porque también es muy interesante ver como trabajas con ayudantes alemanes, americanos, coreanos, chinos. Me parece espectacular también la buena relación que has fomentado siempre con la prensa internacional, que te protege muchísimo. Y quizás, efectivamente, lo que no te haga irte es ese “algo” que te configura como una pieza clave para la nueva generación de jóvenes chinos a través de tu actividad artística y tu actitud por la defensa de la libertad. Mostrando un camino que es posible, pese al dolor, pese al miedo.
"Sí, creo que algo de eso hay, como si pudiera establecer un ejemplo para los jóvenes, poder trabajar con ellos . O generar algo que les sirva. Quizás poder llegar a ser una referencia con el paso de los años en una historia que se está desarrollando mientras la vivo. Pero cada vez es más duro, y en cuanto a lo del otro día..." (Ai Weiwei fue brutalmente golpeado el pasado agosto por la policía china, fueron los que le pegaron fuertemente sobre todo en la cabeza, y los que mas tarde lo encerraron en la prisión para sacarlo al cabo de unas horas, mientras se encontraba en un hotel junto a varios de sus ayudantes esperando a testificar en favor de un activista que defendió a las víctimas del terremoto de Sichuan en 2008), sigue hablando con calma pero teniendo sin embargo la constancia de que algo había sido grave, "it was a very stupid thing to do, no les abrí la puerta a los policías cuando me lo pidieron, en vez de abrir inmediatamente, les pedí la documentación y eso les hizo entrar con una violencia bestial. Y me agredieron tanto que ahora tengo todavía este dolor de cabeza fortísimo. Por supuesto que sabes que son policías, pero no les quería abrir, igual por intentar proteger a la gente que estaba conmigo, que se sintieran más seguros, pero no sirvió para nada. Lo único que conseguí fue que actuaran de una forma mucho más violenta".

La cena continuó con una charla más larga y comida y el dolor de cabeza que no remitía. Justo a la llegada de un periodista del Süddeutsche Zeitung, que entró como un volcán a bocajarro, Weiwei se levantó para fumar un cigarrillo y no volvió más que para despedirse antes de irse a dormir. “Take care of your head Weiwei, and I´ll see you on thursday when I come back from Madrid. A great pleasure to meet you”. Tenía previsto cita con el médico al día siguiente para chequear el origen del dolor y de nuevo, handshake, acompañado de esa media reverencia con la cabeza, como un buda de cuerpo y tamaño real, alguien bello y valiente. Y el ojito, que no dejaba de llorar.

Dos días más tarde Ai Weiwei fue operado en München como consecuencia de un derrame cerebral originado tras la brutal paliza recibida el agosto pasado.
Está bien y recuperándose. Por suerte.
Y la mermelada de higo de La Casita y la Pasta Frola que le preparó mi mamá para endulzar las mañanas de la recuperación postoperatorial se las daré el lunes.
Aquí os dejo el post de Chris, el director de Haus der Kunst, tras la visita al hospital esta mañana.

Recuerdo una de las frases que se me quedó de la conversación. “We only live once, you know, we only live once, and we should have the right to choose where and how we would like to live our lives”.